No, lo siento. En los humanos las cosas son un poco más complejas que en los modelos animales que estudiamos por muy diversas razones. La idea de comerse un recipiente lleno de azúcar a cucharones, no es especialmente atractiva como droga. Además, a diferencia de otras drogas, no se necesita cada vez más cantidad.
Entonces, cuando alguien te dice «es que yo necesito azúcar», más bien se está refiriendo a una sensación (dulce) y más concretamente a una combinación de sabores que interactúan entre sí potenciándose, lo que llamamos enaltecimiento intramodal (dentro de un mismo sentido, en este caso el gusto) como puede suceder al combinar el pan con cualquier salsa o al mezclar el sabor graso, con azúcar y sal (ej. Nutella o cualquier crema de cacao comercial). Si además lo untamos en pan blanco (sabor definido como farináceo) nos da un cocktail sensorial irresistible para muchos. A ese cocktail tendríamos que unirle el resto de sentidos (vista, olfato, tacto [su textura es inigualable], oído [si el pan es crujiente…]), lo que llamamos un enaltecimiento en modo cruzado, y todo el contexto emocional («lo mejor cuando te deja el novio/novia»). Es decir, no sería el azúcar per se (toma un vaso de agua con azúcar) sería ciertas combinaciones de sabores o umbrales que alcanzar el problema en cuestión (una galleta, un batido…); y no únicamente una substancia aislada, más la unión del resto de sentidos y todo el componente psicoemocional. Por eso, nos hemos tenido que inventar el término hiperpalatabilidad al hablar de los ultra procesados: las características organolépticas (lo que es perceptible por los sentidos) de ese alimentos, alcanzan umbrales irreproducibles en un contexto natural. Eso no quita que usando productos naturales yo no pueda crear alimentos hiperpalatables (ej. las torrijas), sólo que en la naturaleza no hay un árbol de las galletas.
Ahora viene la gran pregunta ¿al café de por la mañana le echo estevia o aspartamo? «El aspartamo es malo y artificial y la estevia es buena y natural». Sin entrar en polémicas sobre el impacto biológico de uno u otro, el resultado a nivel sensorial acaba siendo el mismo. Si tienes que tomar el café dulce como un caramelo tienes un problema de sensorialidad. Si no te gusta el agua y todo lo que tomas son refrescos light (aunque no lleven azúcar), si a la fruta le tienes que poner edulcorantes o a cualquier producto (y me da igual que sea vainilla o canela) tienes un problema de sensorialidad que se puede intentar corregir.
Los sentidos, al igual que los músculos, se pueden entrenar y atrofiar (por sobreuso o desuso). Lo ideal es ir acostumbrándonos a lo que saben las cosas en realidad y pensar si no estamos exacerbando en demasía un sabor o combinaciones de ellos (ej. el típico le tengo que echar salsa a todas las ensaladas para que me guste). En definitiva, abandonar ese embudo nutricional de alimentos que están megabuenos y ampliarlo, poco a poco, a otros alimentos sin perder el sentido del equilibrio (la compota de manzana está dulce y no es algo negativo).
Así que, la solución no es dejar de comer todo lo que lleve azúcar y abrirle los brazos a todo lo que sea «zero» azúcares pero muchos edulcorantes o «recetas fit/saludables». Sería empezar a dejar de comer comida ultra procesada que está fabricada para estar demasiado buena («ese punto único de sabor»)y disfrutar de los alimentos de verdad. Todo el tema de las características organolépticas de un alimento, o comestible, viene también a reflejar la idea de que un alimento es más que la sumas de sus nutrientes (macros y micros, agua…) y, por eso, pensar sólo en balance energético, en insulina sí o no… es una reducción de lo que significa todo este apasionante mundo de la fisiología aplicada a la nutrición. En ese sentido, sí tenemos serías dudas si nos podemos hacer adictos a los productos ultraprocesados y hay un ardiente debate en torno a ese aspecto.