La obesidad —una epidemia mundial que, según la Federación Mundial de la Obesidad, afectará a una de cada cinco mujeres para 2030— es un factor importante que influye en la salud reproductiva. Su impacto va más allá de la subfertilidad e incluye irregularidades menstruales, oligoanovulación, aborto espontáneo temprano y complicaciones durante el embarazo y el parto. La interacción entre el exceso de adiposidad, la salud metabólica y la función reproductiva es compleja, ya que el tejido adiposo secreta diversas adipocinas, como la adiponectina y la leptina, que actúan sobre los tejidos reproductivo y endocrino. Sin embargo, investigar el papel de la obesidad en la fertilidad y definirla y cuantificarla sigue siendo un gran desafío. La dependencia tradicional del índice de masa corporal (IMC) puede simplificar excesivamente esta relación, ya que personas con un IMC similar pueden presentar diferentes niveles de salud metabólica y fertilidad según su composición corporal y distribución de la grasa.