Leptin and melanocortin signalling in the response to infection
Investigadores: Roger R. Fan, John D. Beckham, Kartik N. Rajagopalan
Año publicación: 2025
Medio: Nature Reviews Endocrinology
Etiquetas: cerebro, endocrinología, enfermedad, hambre/saciedad, inflamación, metabolismo, sistema inmune, sistema nervioso, virus
Categorías: Biología, Clínica, Fisiología
El proceso de infección, que exige mucha energía, presenta la paradoja de que se acompaña de anorexia (pérdida de apetito), lo que limita la ingesta de alimentos; para compensar, el cuerpo moviliza las reservas de lípidos. La leptina interviene aquí, ya que su liberación se coordina con la respuesta inmunitaria. La leptina desempeña una doble función: por un lado, se une a sus receptores (LEPR) en las células inmunitarias periféricas (como los leucocitos), promoviendo su proliferación y aumentando el estado proinflamatorio; por otro lado, ejerce una profunda influencia en el hipotálamo. Al activar las neuronas pro-opiomelanocortina (POMC) en el núcleo arqueado del hipotálamo, la leptina impulsa la secreción de hormona estimulante de los melanocitos α (alfa-MSH). Esta señalización de melanocortina es fundamental para la supervivencia a la infección, ya que tiene funciones diversas, incluyendo la supresión de la inflamación excesiva y el aumento del tono simpático (regulación de la función autonómica). El artículo destaca la importancia clínica de esta vía: la deficiencia congénita de leptina o su receptor en humanos está fuertemente ligada a la susceptibilidad a infecciones, lo que resulta en una alta morbilidad y mortalidad, siendo la neumonía y la diarrea grave causas principales de muerte. Además, los niveles bajos de leptina sérica se asocian con malos resultados en la sepsis. Por tanto, el uso de metreleptina en personas en desnutrición podría fortalecer la función inmunitaria. Por otro lado, los agonistas de los receptores de melanocortina podrían ser utilizados para reducir la hiperinflamación característica de infecciones graves, o incluso para aumentar el tono simpático y la presión arterial en el shock séptico, aprovechando los efectos que antes se consideraban un riesgo en el tratamiento de la obesidad.