La etiqueta de “no farmacéutica” implica un estatus secundario o inferior a las intervenciones farmacéuticas, lo cual es un concepto erróneo. Muchas medidas de salud pública, como el saneamiento, el rastreo de contactos y la cuarentena, se basan en principios científicos sólidos y son muy eficaces. La implicación de que son medidas de control de segunda categoría refuerza una jerarquía en la que se priorizan las soluciones farmacéuticas, lo que puede conducir a una inversión insuficiente, una evaluación menos rigurosa y una falta de uso de otras estrategias de salud pública. Calificar estas intervenciones como “no farmacéuticas” pasa por alto esta complejidad y la evidencia que sustenta su efectividad. Además, alienta un enfoque centrado en la tecnología que no aborda los determinantes sociales de la salud (como la pobreza, la educación y la vivienda) y puede tener menos beneficios para las poblaciones con mayor riesgo de desigualdades en materia de salud. En cambio, la expresión “medidas sociales y de salud pública” es más transparente y se explica por sí sola. Esta editorial promueve e insta al cambio de terminología a "medidas sociales y de salud pública".
