Algunas organizaciones profesionales médicas han abogado por la inclusión del ciclo menstrual como un signo vital en la adolescencia, pero no en la edad adulta. Sin embargo, documentar los patrones del ciclo menstrual no es una práctica clínica ni de investigación habitual. Los signos vitales se utilizan para predecir resultados de salud, indicar el tratamiento necesario y monitorear la evolución clínica. Pueden ayudar a identificar patologías, afirmar el bienestar y responder a las exposiciones. En este artículo, las autoras revisan la evidencia científica que demuestra cómo el ciclo menstrual cumple estos criterios y, por lo tanto, debe considerarse un signo vital.