Considerado durante mucho tiempo como un sentido accesorio, el olfato emerge ahora como un arquitecto metabólico, un agente activo en la homeostasis energética, la regulación del apetito y la fisiología sistémica. Esta revisión explora las líneas convergentes de evidencia que posicionan al sistema olfativo no como un potenciador pasivo del sabor, sino como un mediador dinámico entre el entorno, el comportamiento y el estado metabólico interno.